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Resentimiento de la Guerra Fría fraguado durante décadas en el Kremlin


El presidente ruso Vladimir Putin lleva cuatro mandatos consecutivos como presidente de Rusia. [Foto de archivo]
El presidente ruso Vladimir Putin lleva cuatro mandatos consecutivos como presidente de Rusia. [Foto de archivo]

Las relaciones entre Rusia y las fuerzas de la OTAN han ido paulatinamente en escalada hacia una “peligrosa” confrontación con occidente desde el antiguo centro del poder soviético.

Pocos días después de que Vladimir Putin fuera reelecto presidente de su país en 2018, un ex alto funcionario del Kremlin le explicó a la Voz de América lo peligrosas que se habían vuelto las relaciones entre Occidente y Rusia.

En la conversación, casi presagiando el enfrentamiento de alto voltaje que se está desarrollando ahora entre el Kremlin y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por Ucrania, el ex funcionario consideró que Putin creía que la fractura entre Rusia y las potencias occidentales era irreparable.

También identificó la expansión hacia el este de la OTAN como la razón clave. El golpe final fue para Putin, dijo, con el levantamiento popular de Maidan en Ucrania entre 2013 y 2014, que llevó a la destitución de su aliado, el entonces presidente de Ucrania, Viktor Yanukovych.

El informante del Kremlin, que ocupó un puesto de alto nivel en el gobierno del expresidente ruso Boris Yeltsin y se convirtió en un miembro central del equipo de Putin, culpó a Occidente por el colapso de la confianza y la falta de puntos en común.

“Quizás todo lo que se puede hacer es hacer cosas más pequeñas juntos para tratar de volver a crear la confianza”, dijo. "Si no podemos hacer eso, tal vez nos despertemos algún día y alguien haya lanzado misiles nucleares", advirtió.

Funcionarios del Kremlin han amenazado abiertamente en los últimos días con desplegar armas nucleares tácticas en medio de los crecientes temores de que Putin esté considerando una nueva incursión militar en Ucrania.

Esto sería una repetición de la anexión de la península de Crimea por parte de Rusia en 2014 y su toma de gran parte de la región de Donbás en el este de Ucrania, en la frontera con Rusia.

"Habrá confrontación", dijo el viceministro de Relaciones Exteriores Sergei Ryabkov poco después de que el presidente estadounidense Joe Biden y Putin sostuvieran una videoconferencia de dos horas el 18 de diciembre, con el objetivo de desactivar una creciente crisis sobre los movimientos militares rusos cerca de las fronteras de Ucrania y una acumulación de alrededor de 100.000 soldados.

Ryabkov advirtió que Rusia desplegaría armas previamente prohibidas por el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), un acuerdo de control de armas alcanzado en 1987 por Estados Unidos y la extinta Unión Soviética. Los presidentes Ronald Reagan y Mikhail Gorbachev firmaron el convenio, que expiró en 2019.

La semana pasada, en declaraciones difundidas por los medios rusos, Putin dijo: "Si la línea obviamente agresiva de nuestros colegas occidentales continúa, tomaremos medidas técnicas y militares adecuadas de represalia, reaccionaremos con dureza a las medidas hostiles".

Para los líderes y funcionarios occidentales, los agravios y temores del Kremlin sobre la expansión de la OTAN son, en el mejor de los casos, ilusorios o, en el peor, un pretexto para volver a redactar la arquitectura de seguridad de Europa con Putin como arquitecto decisivo.

Los funcionarios occidentales dicen que no tiene sentido que Rusia describa a Occidente como el agresor, considerando la guerra híbrida y los actos hostiles que acusan al Kremlin de llevar a cabo contra Occidente durante años.

Los ven más como pasos revanchistas que buscan hacer retroceder el reloj al tiempo cuando desde Moscú se controlaba la mitad de Europa.

Los funcionarios occidentales citan ciberataques dirigidos a plantas de energía nuclear estadounidenses y europeas y otras infraestructuras de servicios públicos, un asesinato con gas nervioso en suelo británico del ex espía ruso Sergei Skripal.

Además de campañas de desinformación que buscan inmiscuirse en las elecciones y la política occidentales y el financiamiento de la extrema derecha disruptiva, así como el apoyo a partidos populistas de extrema izquierda como parte de un esfuerzo por desestabilizar la Unión Europea.

"Los hechos dejan en claro que la única agresión que estamos viendo en la frontera de Rusia y Ucrania es la acumulación militar de los rusos y la retórica belicista del líder de Rusia", dijo recientemente la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki.

Pero para los funcionarios del Kremlin, la culpa es de las potencias occidentales por no prestar atención a la creciente frustración rusa por la ampliación de la OTAN desde el final de la Guerra Fría.

Ha habido oleadas de nuevos ingresos a la alianza militar occidental desde 1999, trayendo a una docena de estados de Europa central y bálticos que alguna vez formaron parte del Pacto de Varsovia de la Unión Soviética.

En algunas ocasiones, a medida que avanzaba la ampliación de la fuerza transatlántica, estallaron enfrentamientos entre bastidores, sobre todo por las objeciones occidentales a que Rusia "estableciera vínculos más estrechos" con sus ex repúblicas soviéticas.

El tema desencadenó una discusión cara a cara entre Putin y la entonces asesora de seguridad nacional de la Casa Blanca, Condoleezza Rice, durante una reunión en Sochi. Rice sostuvo que las ex repúblicas soviéticas eran estados independientes y deberían determinar su futuro sin lo que ella veía como “intimidación rusa”.

Y los ayudantes del Kremlin han insistido en que las protestas de Maidan fueron fomentadas por Occidente y no un levantamiento popular. La culpa a Occidente por el regreso de una enemistad similar a la de la Guerra Fría y la sensación de pesimismo que los funcionarios rusos han estado mostrando sobre las relaciones Este-Oeste ilustran lo difícil que será cerrar la brecha.

El resentimiento reprimido de Putin se derramó la semana pasada en su conferencia de prensa de fin de año en Moscú durante la cual exigió una respuesta inmediata a su demanda de que la OTAN retire sus fuerzas de Europa central y oriental.

El líder ruso dijo que se le estaba acabando la paciencia. “Debes brindar garantías. Debes hacer eso de una vez, ahora, y no seguir parloteando sobre esto en conversaciones que durarán décadas”, acotó.

Sus demandas incluyen no solo el retiro de tropas de los antiguos estados comunistas que hoy son miembros de la OTAN, sino la promesa de que Ucrania no se convertirá algún día en miembro de la alianza occidental.

En efecto, significaría que Occidente reconoce a los antiguos estados soviéticos y a los países ex comunistas como parte de la esfera de influencia del Kremlin.

Nina Khrushcheva, profesora de The New School en Nueva York, sigue siendo pesimista sobre las perspectivas de las conversaciones planificadas el próximo mes entre Estados Unidos, la OTAN y Rusia.

En un comentario, Khrushcheva, bisnieta del ex líder soviético Nikita Khrushchev, dice que Rusia tiene una mentalidad de "nación especial" y advierte que Putin no está solo entre los rusos que "no quieren revivir la URSS, sino más bien preservar el estatus de su país".

Cómo se puede hacer eso, cómo se puede aliviar el resentimiento de la Guerra Fría rusa y, al mismo tiempo, no negar los derechos de otros estados soberanos más pequeños para decidir sus propios caminos, será el desafío clave que enfrentarán los negociadores occidentales cuando mantengan conversaciones en enero.

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