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En España, las monjas sacian la sed de cerveza y de la palabra de Dios de los peregrinos


Las monjas de la orden Hermanas Peregrinas de la Eucaristia sirven bebidas en el bar Amaren Etxea (Casa de la Madre), en el Santuario de Estibaliz en Villafranca de Estibaliz, norte de España, el 24 de marzo de 2024.
Las monjas de la orden Hermanas Peregrinas de la Eucaristia sirven bebidas en el bar Amaren Etxea (Casa de la Madre), en el Santuario de Estibaliz en Villafranca de Estibaliz, norte de España, el 24 de marzo de 2024.

Monjas católicas han reabierto un bar en un antiguo santuario del norte de España, en el que sirven cerveza con la esperanza de difundir la palabra de Dios.

Una congregación de monjas católicas ha reabierto un bar en un antiguo santuario del norte de España, tirando pintas de cerveza con la esperanza de difundir la palabra de Dios a los sedientos huéspedes que visitan el recinto románico del siglo XI.

"Creo que mucha gente pensará que es inusual, porque nunca lo han visto. Pero ya sabes, no es pecado tomarse una cerveza", dice la hermana Guadalupe, nacida en Miami, y añade que el bar constituye una "puerta abierta para evangelizar".

Las hermanas, que pertenecen a la orden de los Peregrinos de la Eucaristía, se han hecho cargo del bar del santuario de Estíbaliz, a las afueras de la ciudad vasca de Vitoria, de manos de sus anteriores propietarios, un grupo de monjes benedictinos, que habían dejado que una asociación local gestionara el bar.

Los hermanos monjes habían vivido allí desde 1923, pero lo abandonaron en septiembre de 2022 debido a su escaso número y a su avanzada edad.

El año pasado, 18 monjas —la mayoría colombianas— se trasladaron para cuidar del santuario y sus peregrinos. Anteriormente conocido como el bar "Pater", las monjas lo han rebautizado como Amaren Etxea, o Casa de la Madre en euskera, una de las lenguas europeas más antiguas.

El primer fin de semana tras la reapertura del bar, que coincidió con el inicio de la Semana Santa, las monjas vestían delantales de camareras sobre sus hábitos grises y blancos mientras los clientes hacían cola para hacer sus pedidos.

"Me encanta porque las veo siempre muy alegres y con una sonrisa que me transmite mucha paz y mucha alegría", dijo María Elena Sáez, quien espera convertirse en clienta habitual.

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