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Al otro lado del Potomac


Los hermanos Coen tenían razón con su película ‘No country for old men’ (’No es país para viejos).
Los hermanos Coen tenían razón con su película ‘No country for old men’ (’No es país para viejos).

Ser anciano tiene sus ventajas y sus desventajas. Cada cultura trata de forma diferente a sus mayores.

El otro día íbamos a hacer senderismo y paramos en una gasolinera de paso. El señor debía tener cerca de 80 años, y la señora no muchos menos. Pero conducían un Mini antiguo, de los de verdad, y sentados en el coche no se veían nada mal.

El hombre se bajó del coche, metió una mano en la gabardina y con la otra cargó la gasolina. Cuando se volvió a montar mi amiga le estaba sacando una foto a la pareja, pero ellos ni se inmutaron, como si estuvieran acostumbrados.

Muy tranquilamente colocó la llave, puso en marcha el motor y a no más de 20 kilómetros por hora se despidió de la gasolinera y de nosotras con mucho glamour.

Pero esto sólo pasa al otro lado del Potomac.

Washington tiene una cantidad inmensa de indigentes durmiendo, bebiendo o pidiendo en la calle, y muchos de ellos son ancianos.

Es una ciudad de paso: la gente viene, triunfa y se va con su dinero ahorrado, aún siendo jóvenes. No es una ciudad habitable, para eso están los estados colindantes de Maryland o Virginia, donde las casitas unifamiliares con jardín y furgoneta compiten por cuál es más grande o está mejor cuidada.

Y sí, a las personas mayores se les respeta, pero nadie se acerca a ellos. Nadie se preocupa por ceder su asiento en el metro o de si alguna persona es demasiado mayor para estar haciendo tal trabajo.

Se me ocurren mil razones para justificarlo. Mi compañera de piso tiene 27 años y el otro día no podía mover el cuello y no pudo ir al hospital porque no tiene seguro médico. Mucha gente cree que aquí los médicos no te curan para que tengas que volver pronto y seguir gastando dinero. Un argumento muy válido para aguantarse el dolor en casa.

Estaba esperando que el semáforo se pusiera verde. Yo llevaba tacones, y una señora mayor que esperaba a mi lado, un andador. “Cuando tenía tu edad llevaba tacones tan altos como como los tuyos. Espero que no acabes como yo”, me dijo. Me acordé de mi amiga y no he vuelto a ponerme esos zapatos. Si a los 27 no puedes ir al médico tienes suerte con llevar sólo un andador a los 70.

Los hermanos Coen tenían razón con su película ‘No country for old men’ (’No es país para viejos).

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