Verlo en videos es una cosa, tenerlo frente a tus ojos y hablar con él, es otra. Marc Anthony parece tan normal que si te lo encuentras en un concurrido mercado con gorra y sandalias, seguro pasas a su lado y no te enteras. Pero es justo su normalidad la que sorprende.
Para entender a qué me refiero regresemos unos minutos en el tiempo. Todo se trataba de la entrega de premios Latinos que Lideran las Artes, entregado por el Instituto de la Junta de Hispanos del Congreso.
Previo al evento, los invitados estelares de la noche harían su entrada “triunfal”. Y así fue. Uno a uno empezaron a llegar entre artistas y políticos. El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, decidió enfundarse el traje de gala y caminó como toda una estrella sobre la alfombra roja.
“Yo vine el año pasado. Creo que es un evento muy importante para la comunidad latina”, dijo el funcionario. ¿Y qué hay sobre el depuesto Manuel Zelaya y la crisis de Honduras? -“De eso no voy a hablar esta noche”, concluyó. Y tenía razón, la política estuvo fuera de la agenda, o casi.
Los minutos pasaban y otras personalidades posaron para su foto y contestaron las interrogantes de la prensa. Pero el objetivo era muy claro: esperar la llegada del cantante boricua Marc Anthony y su esposa Jennifer López.
Luego de casi una hora y cerca de que iniciara el evento estelar, las esperanzas de ver al salsero parecían desaparecer. Mientras tanto un pequeño alboroto se escuchó en el fondo. La prensa se entusiasmó y con razón. No era Anthony ni su esposa pero se trataba de John Leguizamo, una de las más grandes estrellas hispanas en Hollywood.
“Estoy aquí porque (Barack) Obama estará aquí esta noche. Vine preparado con mi cámara para hacer algunas fotos de él”, explicó Leguizamo. El actor también adelantó que trabaja en un nuevo proyecto que asegura estará lleno de terror.
La hora llegó y la pareja esperada no apareció. Algunos miembros de la prensa tomaron su equipo y emprendieron camino al salón principal en el Centro de Convenciones, en Washington, en donde se desarrollaría el resto de la noche.
Pero la paciencia es una virtud que se debe cosechar, decía mi abuela. Cuánta razón tenía. A última hora una pequeña caravana con tres autos negros y polarizados se estacionó frente al pequeño grupo que aún quedaba.
Como todo un caballero Marc Anthony salió inmediatamente del vehículo y abrió la puerta a su amada JLo. Ambos sonrieron, conversaron con la prensa y hablaron para los micrófonos de la Voz de América.
“Creo que este es un reconocimiento muy especial en mi carrera, en una noche en la que celebro mi cumpleaños. Estoy contento de estar aquí y estoy disfrutando junto con mi familia”, dijo el boricua. Jennifer se limitó a dar su mejor sonrisa a las cámaras.
Estar frente a ellos es casi como no estar frente a ellos. Ambos parecen ser personas simples, comunes. Marc es unos milímetros más bajo que su esposa, de cuerpo delgado y piel tan blanca como el papel. Habló con naturalidad y se divirtió como todos en una noche dedicada al talento hispano.
