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El reinicio de Romney


Romney tuvo éxito en volverse aceptable para los conservadores durante las primarias, pero no ha hecho una transición fácil como candidato a la elección general.
Romney tuvo éxito en volverse aceptable para los conservadores durante las primarias, pero no ha hecho una transición fácil como candidato a la elección general.
De vuelta a la economía

Quedan siete semanas y la campaña presidencial de Mitt Romney está sintiendo la presión. Después de no tener una recuperación a partir de la Convención del Partido Republicano en Tampa, Florida, y viendo las modestas alzas del presidente Obama en las encuestas, el bando de Romney está tratando de reenfocarse en la economía y los empleos en las semanas finales o, al menos, en los días que anteceden al primer debate presidencial del 3 de octubre.

La semana pasada fue en parte una pérdida para el candidato republicano y su campaña. La decisión de Romney de moverse a toda marcha respecto de la violencia en el Medio Oriente dio pie a malos comentarios de los medios y, una vez más, mantuvo la campaña alejada de la línea oficial de su partido durante días. En vez de enfocarse en la economía –todavía la carta más fuerte de la campaña de Romney– el candidato se encontró a sí mismo a la defensiva, tratando de explicar sus críticas a la política exterior de Obama en el Medio Oriente en el medio de una crisis sobre los ataques de turbas sobre el consulado de Estados Unidos en Libia y la embajada en el Cairo.

De vuelta a lo básico

La teoría central de la campaña de Romney siempre ha sido que su hombre ganará una vez que convenza a suficientes votantes de que el presidente Obama ha fallado y que la experiencia de negocios de Romney garantiza darle una oportunidad en la Casa Blanca para los próximos cuatro años.

Pero sacar de la oficina a un presidente en ejercicio siempre es un proceso de dos pasos. El primero es convencer a los electores que la persona en el cargo ha fallado. ¿Ha tenido éxito Romney en esto? Yo diría que la nota es “Incompleto”. Hay abundante evidencia para los votantes para entender que la economía aún no está cerca de ser fuerte y robusta como les gustaría. Pero las encuestas sugieren que algunos votantes aún ven a la administración anterior del presidente George W. Bush como al menos en parte responsable por el actual estado de las cosas, entonces no toda la culpa está cayendo sobre el presidente Obama. Además, algunos votantes pueden estar abiertos al argumento de Obama de que las cosas no están tan mal como podrían estarlo si el presidente no hubiese tomado acciones a principios de su mandato.

Pero el segundo paso de este proceso es donde Romney parece haber titubeado. Una vez que uno instala el escenario de que el presidente en ejercicio debería irse, tiene entonces la responsabilidad de mostrar por qué el competidor debería ser elegido. Eso incluye ofrecer una clara imagen de quién es el candidato y qué cosas defiende, y también qué hará específicamente una vez que asuma el cargo.

Romney tuvo éxito en volverse aceptable para los conservadores durante las primarias, pero no ha hecho una transición fácil como candidato a la elección general. Por ejemplo, ¿qué tuvieron para ofrecer él y su compañero a la vicepresidencia, Paul Ryan, a los votantes indecisos y moderados durante la convención? Romney continúa tras el presidente en términos de simpatía personal, pero eso no necesariamente destruye sus posibilidades en la elección. Antes de darle a Romney las llaves de la Casa Blanca, lo que los votantes parecen querer del nominado republicano es una mejor idea de quién es él y una mejor idea de qué hará exactamente una vez que llegue a la presidencia.

Los debates son clave

La mejor posibilidad de Mitt Romney para dar vuelta las cosas será probablemente el primer debate presidencial el 3 de octubre. El primer debate siempre es uno de los momentos clave en la campaña, incluso a los votantes casuales les gusta verlo y tener una idea de los dos candidatos.

Si Romney puede dar un discurso convincente para su propia elección sin aparecer atacando al presidente, él podría hacer que la carrera se volviera tensa nuevamente. Romney trató de golpear esa nota durante su discurso de aceptación en la convención, cuando adoptó una suerte de tono afligido tratando de convencer a los votantes indecisos de que el presidente no fue capaz de hacer todo lo que ellos esperaban y que ahora es tiempo de un cambio.

Romney tiene que lidiar con el hecho de que probablemente a los votantes siempre les gustará más Barack Obama y eso significa de que él tendrá que atraer sus cabezas, no sus corazones. De seguro, fue fácil vender a la extrema derecha la idea de sacar a Obama de la oficina.

Pero hacerse una idea de cómo manejar a los votantes indecisos que están decepcionados del presidente y al menos abiertos a la idea de apoyar al nominado republicano es un desafío mucho más matizado y sutil. Y es un desafío que la campaña de Romney no ha sido capaz de resolver.
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