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“Yo estuve ahí”, podrán decir dos millones de personas


Para muchas personas no fue fácil llegar a la Alameda Nacional y ver la toma de posesión.

Hubo congestión durante horas en el sistema de transporte público y en los portones de acceso a la Alameda Nacional.

Miles de personas se agolpaban para entrar y les suplicaban a los guardias de seguridad que los dejaran pasar, pero los oficiales no se dejaban conmover.

El frío era insoportable. El viento era aún peor.

Pero armados de bufandas, guantes, gorros, capas de ropa y sobre todo de buena voluntad, todos hicieron lo que pudieron para llegar lo más cerca posible de la Alameda Nacional y ser parte de este momento histórico.

“Obama te amo” gritó un hombre contagiado por la euforia al verlo ser nombrado presidente de los Estados Unidos.

Carlos Sánchez parecía no soportar más el fuerte frío que hacía en la Alameda.

“Pero no me importa, vale la pena estar aquí en este momento histórico”, dijo este mexicano a la Voz de América, mientras temblaba al hablar.

Otros ni siquiera pudieron ver la ceremonia, pero estaban contentos de por lo menos haber sido partícipes de la emoción que se vivía en Washington.

“Acabo de llegar. Vengo desde Kentucky con toda mi familia”, dijo Mateus Bacon.

Él llegó demasiado tarde para ver el momento de la toma de juramento de Obama, pero dijo que estaba satisfecho con sólo estar presente en Washington.

“Me tomó tres horas salir del metro, tenemos hambre, y mi hijo está cansado por el viaje. Pero estamos aquí en este momento del cambio y es lo que importa”, dijo Bacon, emocionado por su logro.

Lo que sea para entrar

Personas con un carácter más espartano fueron a la Alameda por la madrugada para asegurarse un sitio.

“Estamos aquí desde las dos de la mañana. Tenemos frío y estamos cansadas”, dijeron a la Voz de América Roselyn Taylor y Rebecca Berry. “Pero la ceremonia fue increíble. Fue muy emocionante”, aseguraron.

A lo largo de Pennsylvania Avenue, por donde iba a pasar el desfile tras la ceremonia, había gente acurrucada en un rincón o en el piso, envuelta en mantas.

Bonita Butler y Demetria Cooper estaban preparadas como para ir a la Antártida.

“Tengo puesto tres suéteres, un chal, tres pantalones y un calentador de manos debajo de mis guantes. Mi hermana tiene puesto un protector para la cara", dijo Butler.

"Pero estamos contentas y muy entusiasmadas. Hablamos con la gente y bromeamos con los policías para mantener el buen ánimo”.

Caos en Washington

Pese a una multitud que nunca se vio en la historia de la capital, la ceremonia se desarrolló con relativa calma. No hubo personas heridas gravemente ni arrestos en Washington.

Sin embargo, la congestión en las paradas de metro y en las entradas de acceso a la Alameda Nacional era frustrante para miles de personas. En el metro, hubo un momento en el que habíacerca de 400.000 personas.

Cuando uno lograba salir de la estación no había cómo sortear a la muchedumbre en las puertas de acceso. Y eso que muchos lo trataron.

Había personas que caminaban varias cuadras para ir a otra puerta de acceso porque les llegaba el rumor de que allí había menos gente.

Pero toda el área estaba cercada. Había oficiales del Servicio Secreto, unos 8.000 policías del Distrito de Columbia, oficiales del FBI y cerca de 10.000 tropas de la Guardia Nacional, según el Washington Post.

Control total

Una vez que uno accedía al área de la ceremonia o a la zona del desfile, debía quedarse allí hasta el final porque los policías no lo dejaban salir.

“Usted está atrapado en la toma de posesión”, informaba un oficial a las personas que querían irse. “Deberá esperar a que termine el desfile”.

Cuando por un altoparlante anunciaron que el desfile duraba cerca de dos horas, se oyeron quejas de muchas personas ya cansadas de estar a la intemperie.

“¡Esto es ridículo!”, gritaba una mujer al celular.

“Nosotras venimos a las tres de la mañana a la Alameda y compartimos mantas con varias personas. Pero a las nueve de la mañana teníamos las piernas congeladas y decidimos irnos, perola estación de metro por la que queríamos salir, Federal Triangle, estaba cerrada”, dijo Mandy Kurtz, quien estaba con su amiga Kaitlin Peterson.

“Los oficiales del servicio secreto nos daban información falsa, te decían que podías salir por tal lado y cuando llegabas no había manera de salir”, aseguraron.

Pese al malhumor que generaban esos percances en la organización del evento, el sentimiento general del público era de emoción y alegría.

Incluso hacia el final del día, cuando la gente ya estaba cansada y pronta para irse a sus casas, se veían a muchas personas ondeando sus banderitas de Estados Unidos.

Millones de personas podrán decir “yo estuve ahí”, aunque fuera de lejos.

Escriben Federica Narancio y Gesell Tobías para la Voz de América.
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