Ataques militares quirúrgicos como el llevado a cabo por Estados Unidos en Siria el jueves por la noche han tenido una efectividad limitada en el pasado, creando dudas de que el golpe más reciente pueda alterar el curso en el conflicto sirio que se ha extendido durante seis años, según expertos militares.
El bombardeo de una base aérea siria en respuesta a un ataque con armas químicas por parte de las fuerzas sirias dos días antes, parece tener una amplitud limitada.
“Todo esto es táctico”, dijo Bill Roggio, editor del Long War Journal at the Foundation for the Defense of Democracies en Washington. “La única manera en que esto sea efectivo es entrar de lleno”.
Los ataques quirúrgicos tienen como objetivo un blanco militar específico. En este caso, el objetivo fue hacerle saber al régimen de Bashar al-Assad que el gobierno de Trump ha trazado una línea en el uso de armas químicas y que intenta hacerla valer.
Ese límite al uso de armas químicas fue trazado y luego abandonado durante el gobierno de Obama luego que Siria aceptó entregar su arsenal químico bajo un acuerdo de 2013 negociado por Rusia.
“El gobierno de Trump ha trazado una línea y dijo que no va a tolerar ataques con armas químicas y ahora la pelota está en terreno de Rusia”, dijo Linda Robinson, investigadora en políticas de defensa de la organización RAND.
Otros presidentes han intentado hacer lo mismo y obtenido efectos variados.
En 1986 el presidente Ronald Reagan ordenó una serie de bombardeos en contra del gobierno libio en respuesta a una ataque terrorista contra una discoteca en Berlin. El ataque no quebró al régimen de Moamar Gadafi pero sí llevó al eventual desmembramiento de sus programas de armas de destrucción masiva y de misiles balísticos en 2004, según señala Blaise Misztal, director del programa de seguridad nacional en el Centro de Política Bipartidista en Washington.
‘El ataque no necesariamente llevó a un cambio importante en el régimen a nivel doméstico, pero ciertamente cambió una parte de su comportamiento exterior”, apunta Misztal.
En la década de los 1990, el presidente Bill Clinton expandió el uso de ataques quirúrgicos para presionar a Saddam Hussein y a al-Qaeda. En 1993, barcos estadounidenses dispararon 23 misiles Tomahawk al centro de Bagdad para castigar el intento de asesinato por parte de Irak del expresidente George H. W. Bush.
Y en 1998, barcos estadounidenses en el mar de Arabia y en el mar Rojo lanzaron casi 90 misiles crucero hacia Afganistán y Sudán en respuesta al atentado de al-Qaeda a las embajadas estadounidenses en Kenya y Tanzanía.
Tan frecuentes se volvieron este tipo de ataques bajo el gobierno de Clinton que los críticos se referían a estos de forma peyorativa como “la política exterior de los misiles crucero” y “diplomacia de misiles crucero”. En palabras de Roggio, los misiles crucero eran los “drones de los 90” y mucho menos efectivos.
El comportamiento de Saddam Hussein no mejoró y al-Qaeda continuó en sus actividades bajó la protección del Talibán hasta llegar al ataque del 11 de septiembre.
“Pienso que vimos qué tan efectiva fue la diplomacia de los misiles particularmente durante los años de Clinton”, apunta Roggio.
Pero el asalto sobre Siria fue más que un alfilerazo, dice Robinson. Durante el ataque, 59 misiles Tomahawk fueron lanzados desde dos destructores estacionados en el mar Mediterráneo. Si bien los números palidecen en comparación con los casi 500 lanzados en el comienzo de la invasión estadounidense de Irak en 2003, superan a los 47 que ordenó lanzar Obama contra ISIS en septiembre de 2014 al inaugurar una campaña de bombardeos aéreos contra el grupo, dice ella.
“Hubo daño real a las capacidades militares del régimen sirio”, indica la investigadora.
El portavoz del Pentágono, Capitán Jeff Davis, dijo que los misiles destruyeron aviones, hangares, depósitos de petróleo y logísticos, bunkers con municiones y sistemas de defensa y radares. Adicionalmente el ejército sirio anunció el viernes que seis personas murieron y varios otros resultaron heridos.
Funcionarios de alto nivel del gobierno estadounidense dijeron que no hay planes inmediatos de ataques adicionales contra el régimen sirio. “Estamos preparados para hacer más, pero esperamos que no sea necesario”, dijo la embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley.
Pero al llevar a cabo el ataque, el gobierno de Trump pareció indicar una acción militar futura. Robinson piensa que la próxima ronda de ataques será aún más fuerte.
Y eso es porque “la interpretación sería que [Assad] claramente no recibió el mensaje de que el nuevo gobierno tiene la intención de hacer pagar al régimen” en base al acuerdo de 2013, dijo Robinson.