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Las verdades de la saga de Joaquín “El Chapo” Guzmán


Según analistas “El Chapo” no sólo está relacionado con el narcotráfico simboliza también la realidad política en México, en el que la corrupción, la impunidad y la falta de acción están presentes a todo nivel.
Según analistas “El Chapo” no sólo está relacionado con el narcotráfico simboliza también la realidad política en México, en el que la corrupción, la impunidad y la falta de acción están presentes a todo nivel.

La narrativa de esta crónica parece salida de un guión de cine, pero un parecido con la realidad no es sólo coincidencia.

Un drama que escala minuto a minuto, escuadrones de fuerzas especiales siguiéndole el rastro, evasión al último instante y los millones de dólares que se ofrecen en recompensa

Así ha sido el desarrollo de esta narco-novela que se desenlaza como el siguiente episodio de Narcos – la serie de Netflix.

Pero, en efecto la serie y la cobertura de los hechos tienen el mismo problema; una glorificación de la cultura del narcotráfico que retrata a un anti-héroe como el hombre más peligroso del mundo, pero con el que el público se simpatiza.

Lógicamente cuando el enfoque es únicamente en un personaje, el contexto se pierde y la perspectiva se opaca, resultando en un reporte ficticio.

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“Lo menos que podemos pedirle a un presidente es que presida, que rinda cuentas y que no se esconda. (Es una cuestión de accountability, como dicen en inglés) .

Ante las grandes crisis de México, Enrique Peña Nieto ha sido un presidente paralizado. Casi irrelevante. "Y así no solo se escapa el Chapo; el futuro también”, escribe el periodista Jorge Ramos en su columna de julio de 2015.

Hoy en día la situación en México es bastante más complicada que solo la búsqueda de un criminal como afirma Ramos.

De hecho, que exista un criminal de este calibre refleja lo que es el actual escenario político y gubernamental del país. Ahora, también cabe decir que el presidente no ha tenido la mayor suerte política con caso tras caso cayéndole encima, pero los argumentos tienen su respaldo.

Desde el famoso segundo escape de “El Chapo” en julio de este año, los registros demuestran que los únicos que han sido detenidos por supuesta participación, han sido algunos guardias de seguridad de la prisión, su cuñado, un abogado y uno de sus pilotos personales. Sin embargo, hasta ahora ningún funcionario público u oficial del gobierno ha sido juzgado, ni siquiera acusado por los hechos.

Mientras tanto el ejército y la policía conducen un supuesto bloque de búsqueda de fuerzas especiales, pero parece haberse olvidado que ellos también tienen sus propios problemas en mano.

El hecho ejemplar es la masacre de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa en septiembre del 2014 – que implicaba a miembros del ejército y la policía con el cartel conocido como ‘Guerreros Unidos’ – que todavía no ha sido resuelta.

Recientemente la investigación se ha reabierto por presión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ante dudas del reporte oficial del gobierno.

Adicionalmente, tampoco se puede olvidar del escándalo que fue denunciado por Carmen Aristegui, periodista mexicana, y su equipo acerca del proyecto residencial multimillonario conocido como “Casa Blanca. Procurado por el presidente y su esposa con un contratista del gobierno, el proyecto ha revelado posibles estancias de corrupción y conflicto de intereses.

Es posible que a “El Chapo” lo atrapen en el futuro cercano, y si se logra indiscutiblemente será una victoria. Pero no se puede ignorar que más que el último “capo” del narcotráfico, “El Chapo” también simboliza la realidad política en México, en el que la corrupción, la impunidad y la falta de acción indican llegar hasta los niveles más altos del gobierno.

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