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La venezolana que se convirtió en soporte de su comunidad en Georgia


Mercedes Visval, izquierda, conversa con una de las primeras familias a las que asistió.
Mercedes Visval, izquierda, conversa con una de las primeras familias a las que asistió.

En Venezuela Mercedes Visval trabajó por 20 años en PDVSA, la compañía más importante del país caribeño, pero al emigrar a EE.UU., su vida laboral cambió por completo. Mercedes pasó de ser ejecutiva de PDVSA a trabajar como empleada en una planta de pollos al sur de los Estados Unidos en Dalton, Georgia.

“Después de verme vestida como ejecutiva con mis medias de nylon, con mis tacones, me tocó venir a un lugar con unas botas de hule, forrada, porque era como un freezer”, comenta de manera emotiva en entrevista con Venezuela 360 de la Voz de América.

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Aunque no era feliz con su trabajo en Estados Unidos, Mercedes tenía muy claro que su labor en la planta debía ser temporal: “Yo decía tiene que ser transitorio y voy a salir de esto”. Con su determinación y ganas de superación, el rumbo de esta maracucha cambió de nuevo al encontrar un trabajo que le devolvió la sonrisa, como consejera en una organización sin fines de lucro que se encarga del soporte y desarrollo de los niños.

Mercedes invitó a un equipo de la VOA a conocer a Elizabeth y a su hijo Jonathan, una de las primeras familias a las que ayudó como consejera. “A ella la apoyé muchísimo llevándole información acerca de qué esperar de su niño, de la crianza… y cómo ella podía ayudar a su niño a crecer en un ambiente sano,” explica Mercedes.

Elizabeth, de origen mexicano, sólo tiene palabras de agradecimiento para la venezolana: “Ella me ayudó mucho. Con toda esa información yo sabía cómo mi hijo se iba a ir desarrollando y qué hacer en cada etapa”. Además de aconsejarle en temas de alimentación y crecimiento de su bebé, Mercedes también ayudó a resolver los problemas comunicativos que Jonathan tenía.

“Mucha paciencia me tenía. Ella me hablaba y yo no decía nada, sabía qué decirle, pero no le contestaba” aseguró Jonathan. Ahora Jonathan es un joven universitario de 18 años que sueña con ser enfermero, lo que supone todo un orgullo para su madre: “Yo deseé que él llegara a estudiar más de lo que yo había estudiado”.

Mercedes añade que justamente eso era lo que ella les inculcaba a las familias para “que mantuvieran siempre la importancia de la educación, que este era un país de muchas oportunidades”. Aunque para esta venezolana su vida de inmigrante tuvo un inicio complicado, se muestra agradecida por las experiencias que ha ido recogiendo a lo largo de su camino y que ahora transmite a los demás: “Yo siento una gran satisfacción que me ha dado el hecho de ayudar a personas en el campo, más que todo, de la consejería”.

Considera que su labor de apoyo es una manera de retribuir las oportunidades que ella ha tenido en este país.

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