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La clave está en los genes


La clave está
en los genes


Como recuerda Mary Dell Chilton, cuando comenzó su carrera como científica en la década de 1970 creía que una bacteria microscópica y un tallo de maíz eran demasiado diferentes como para poder intercambiar partes de su código genético. “Entonces estaba punto de descubrir que aquella creencia tan arraigada era equivocado", recuerda.

El ADN de cada planta es como cientos de libros repletos de información, incluyendo los genes de la productividad, el sabor, la tolerancia al calor e incluso rasgos nocivos o tóxicos. El mejoramiento genético convencional produce semillas con una mezcla aleatoria de esa información, algunas buenas y otras malas.

Pero la ingeniería genética puede, simplemente, insertar información específica, como por ejemplo una proteína que mata a las plagas pero no afecta a las personas. “eso significa que no es necesario usar insecticidas para proteger a las plantas y a la vez mejorar el rendimiento que se obtiene. Eso es bueno", afirma Chilton.

En la actualidad, casi la totalidad del y el algodón que se planta en Estados Unidos contienen este tipo de gen, lo que reduce el uso de insecticidas en por lo menos 50 millones de kilogramos por año.

El Premio Mundial de la Alimentación fue creado en 1986 por el ganador del Premio Nobel de la Paz, Dr. Norman E. Borlaug, cuyo trabajo inició la 'Revolución Verde' que le ganó el reconocimiento como el hombre que “ha salvado más vidas que cualquier otra persona que haya existido”.
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