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La "tercera raíz" de México


El uso de máscaras en las celebraciones es una de las tradiciones africanas que los mexicanos aún usan en ciertas regiones.
El uso de máscaras en las celebraciones es una de las tradiciones africanas que los mexicanos aún usan en ciertas regiones.

La exhibición "La presencia africana en México: de Yanga al presente" cuenta la historia de dicha presencia y revela qué tan impregnada está la cultura mexicana de ella.

África es la “tercera raíz” de México. Así lo reconoció el gobierno mexicano en 1992 al conmemorar el 500 aniversario del encuentro con España.

Aunque los libros de historia no la mencionen mucho, la presencia de las personas de ascendencia africana en México se detecta en el lenguaje, en las tradiciones, en la música y la danza; la cultura mexicana está impregnada de ella.

De eso se da uno cuenta al recorrer “La presencia africana en México: de Yanga al presente”, una exposición itinerante que actualmente se encuentra en el Museo de la Comunidad de Anacostia, en Washington, capital estadounidense.

Por medio de pinturas, fotos, ilustraciones y textos históricos, la exposición lleva al visitante a través de la historia de México mostrándole cuál fue el papel de los africanos y sus descendientes en la conquista del país en el siglo XVI, su época colonial (1521–1810), su independencia en 1810 y su revolución en 1910, además de su presencia en el México de hoy.

Capítulo perdido
Cesareo Moreno, director de arte visual del Museo Nacional de Arte Mexicana de Chicago y uno de los curadores de la exposición, explica por qué la historia africana no es tan conocida.

Como no hubo una segregación instituida por el gobierno español, los africanos en México y sus descendientes –contrario al caso de aquellos en Estados Unidos, donde se mantuvo separadas a las comunidades negras— casi desaparecieron al integrarse a la sociedad mexicana.

“Desde la llegada de los españoles había diferentes grupos y se estaban casando, teniendo niños”, cuenta Moreno. “Mucha de la sociedad mexicana, o de Nueva España en ese entonces, tenía sangre no solamente de los españoles sino también de los indígenas y los africanos.

“La mayoría de la gente mexicana probablemente tiene más sangre africana que sangre española”, afirma Moreno.

Durante el periodo colonial, el gobierno español mantuvo catalogada a la población con el sistema de castas, el cual diferenciaba a las distintas mezclas de razas, por ejemplo, la de un español con un indígena, o la de un indígena y un africano. Pero después de que México ganó su independencia, el sistema de castas desapareció, y así una manera de hacer un seguimiento de la presencia africana.

Cien años más tarde, después de la Revolución mexicana, en la década de 1920, el ministro de educación del país, José Vasconcelos, promocionó una nueva idea de identidad —la mexicanidad. Su propósito era unir a una nación dividida bajo el estandarte de que todos eran “mestizos”, término usado en el sistema de castas para describir una mezcla de español e indígena, pero así dejó excluida a la raíz africana.

Los mexicanos y los afroamericanos
Esta exposición se presenta junto a “¿Quiénes somos ahora? Raíces, resistencia y reconocimiento”, una exhibición que refleja la historia de la relación entre los mexicanos y los afroamericanos en Estados Unidos.

“Estas exposiciones ofrecen un análisis exhaustivo de las actitudes aceptadas en México hacia el mestizaje, la asimilación, el aislamiento y la identidad (tanto en términos históricos como contemporáneos) y las relacionan con su efecto secundario en la sociedad de Estados Unidos”, dijo Camille Giraud Akeju, directora del Museo de la Comunidad de Anacostia, en su mensaje incluido en el programa de las exhibiciones.

El promover la unidad entre los seres humanos fue la intención de Moreno al imaginarse el concepto que llevó dos años para realizarse.

“Quisiera que los visitantes se den cuenta de que el ser humano (…) tenemos más cosas en común que distintas”, dijo Moreno.

Las exposiciones ya han recorrido 10 ciudades en Estados Unidos y permanecerán en Anacostia hasta el cuatro de julio de 2010.

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