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Ordeñando vacas, venezolana deja huella en España


Ordeñando vacas, esta venezolana se ganó el cariño y el respeto en España
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Ordeñando vacas, esta venezolana se ganó el cariño y el respeto en España.

Todo empezó un día de primavera en el hotel Venezuela, en Galicia. Corría el año 2018. El caprichoso destino quiso que Carolina Laine no encontrara otro establecimiento libre en un viaje que concibió de forma precipitada, fruto del azar.

Apenas unos meses antes, había llegado a Málaga, sur de España, tras cerrar la granja que regentaba en Venezuela junto a una amiga. Poseían un rebaño de 20 vacas para ordeñar y 80 cabezas de ganado en total, en el oriente del país. Siempre quiso trabajar con animales, por ello estudió ingeniería agrónoma, y años después, auxiliar de veterinaria. Un sueño que vio cumplido “hasta que el estado impuso el control de precios y no pudimos seguir”, me cuenta Carolina durante la filmación del reportaje especial para la serie “Tras las huellas del retorno” de Venezuela 360.

Roto su sueño de infancia, sin trabajo ni sustento, la vida la puso en la encrucijada de quedarse en su país natal o emigrar. Optó por lo segundo, pero el suyo, como el de tantos venezolanos, fue un trayecto a base de escalas. Primero probó suerte en América del Sur. Más tarde en Italia y finalmente en Málaga, donde vivía una de sus hermanas.

Y fue allí, donde un encuentro fortuito con un desconocido le cambió la vida. “Me dijo que para trabajar de ganadera en España me tenía que ir a Galicia o el País Vasco, así que empecé a buscar ofertas de trabajo por internet hasta que vi un anuncio en el que buscaban peones ganaderos. Llamé por teléfono y me consiguieron hospedaje en un hotel que se llama Hotel Venezuela”. El contrato llegó en cuestión de horas. El calendario marcaba el 16 de junio. La vida, a fin de cuentas, la había devuelto al entorno rural del que tuvo que despojarse tras salir de Venezuela, y de paso, retornado al país que vio partir a sus ancestros.

“Mis abuelos emigraron cuando mi padre, que también era Canario, era muy pequeño”, relata a Venezuela 360 durante un descanso tras la hora del ordeño. Medio siglo después es Carolina, quien revirtiendo los pasos de su padre, ha encontrado un futuro en una explotación lechera en la provincia gallega de Lugo. Además, un sueldo como peona de granja, con el que ha empezado a dar forma a su nueva vida.

Entre sus nuevas adquisiciones hay un vehículo antiguo, con el que cada día conduce los pocos kilómetros que separan su nuevo hogar, cerca del hotel Venezuela, en Villalba, de su puesto de trabajo.

“He entrado como peón agrícola porque a pesar de ser ingeniero, no tengo el título homologado. Ha sido la forma más fácil de entrar en la explotación. Luego la idea es ir creciendo dentro de la empresa y ganarte la confianza de la gente”, dice con la humildad que caracteriza a quienes la vida les da una segunda oportunidad.

Pero la historia de Carolina no tendría cabida sin la de su jefa, Guadalupe. O Lupe, como la llaman los suyos. Tampoco si la necesidad, a ambos lados del Atlántico, no hubiera llamado a sus puertas.

Dueña de la explotación lechera, junto a su esposo y otra pareja, Lupe ha vivido en primera persona el fenómeno de la despoblación en Galicia, que tanto vacía casas como escuelas y, en su caso, granjas.

“Mis hijos deciden hacer carrera universitaria que nada tiene que ver con nuestro trabajo. Y entonces surge que necesitamos personal y aparece en nuestras vidas Carolina. Yo la defino como el puzle que tú estás construyendo, le falta una pieza y allí llega Carolina. Esa es la pieza de nuestro puzle”.

Dos historias de humildad y generosidad que transforman vidas más allá de su entorno.

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