La serie de llamadas se realizaron el domingo por la mañana desde la residencia Kelly, mientras vehículos de la prensa y periodistas la acechaban afuera de su casa e invadían su traspatio.
Kelly, descrita ahora por la prensa como “mujer de sociedad”, se identificó con el 911 como Cónsul General Honoraria (al parecer de Corea del Sur) y pidió protección a las autoridades aduciendo que su estatus diplomático le daba derecho a “protección diplomática” e “inviolabilidad de morada”.
En realidad, Jill Kelly, de 39 años, y su marido Scott, un prominente cirujano del área, han sido no mucho más que anfitriones de fiestas y reuniones sociales ofrecidas en su mansión de Tampa, donde según The Washington Post, los invitados –en su mayoría militares y altos jefes de la cercana Base MacDill de la Fuerza Aérea—eran atendidos con champaña, finos cigarros, caviar, cuartetos de cuerda y otros lujos.
Los cargos honorarios no dan inmunidades de ninguna clase.
Según las investigaciones del caso Petraeus, Jill Kelly fue la persona que recibió correos amenazadores de la biógrafa del general Petraeus, Paula Broadwell, y que al ser denunciados ante el FBI provocó el inicio de la investigación que haría renunciar al director de la Agencia Central de Inteligencia.
Kelly también se comunicaba frecuentemente con el General John Allen, y algunos de sus correos así como la naturaleza de su relación está siendo investigada también.