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La TV y los debates electorales


Las encuestas dan una ligera y cerrada ventaja al republicano Rick Scott.
Las encuestas dan una ligera y cerrada ventaja al republicano Rick Scott.

Desde que hace ya medio siglo el vicepresidente de EE.UU. Richard Nixon se enfrentó al joven senador de Massachussets John F. Kennedy en el primer debate electoral transmitido por televisión, la historia parece repetirse.

El recurso de encarar a los candidatos en un debate abierto ante las cámaras de la tele se ha convertido cada vez más para los estrategas que diseñan las campañas políticas en un factor de alto quilate en busca del respaldo de los electores.

Aunque es durante los comicios presidenciales cuando los debates televisados tienen su mayor audiencia, la generalidad de ellos ha ido acaparando de manera creciente la atención de los votantes, que quieren medir con sus propios ojos a los candidatos en las llamadas elecciones de medio tiempo.

Y las que se avecinan el 2 de noviembre para elegir gobernadores, senadores, congresistas y otros funcionarios públicos no han sido la excepción.

Posiblemente ésta sea la más encarnizada vista en años debido a la importancia que reviste para los demócratas, que podrían perder la mayoría que detentan en el Congreso, y por ende también para los republicanos, que podrían ganarla al menos en la Cámara de Representantes.

Muchos debates televisados han sido ásperos, inmisericordes e hirientes entre los rivales de un partido y otro, especialmente en Florida, donde la carrera en pos del puesto de gobernador del estado ha enfrentado en un choque de locomotoras al republicano Rick Scott, de 62 años, y la demócrata Alex Sink, de 57.

El tercer debate de los contendientes esta semana en la Universidad del Sur de Florida en Tampa se transmitió en vivo por el programa John King USA, de la cadena CNN, y estuvo plagado de ataques personales y reproches políticos en torno a reportes financieros, promesas de campaña, los impuestos y el contenido de los propios comerciales de televisión.

Pero si las discusiones han llegado a ser en extremo enconadas y hasta exasperantes, ningún candidato ha podido darse el lujo de rebasar ciertos límites, porque los debates han estado regidos por reglas, como se puso de manifiesto en el último duelo ante las cámaras entre Scott y Sink.

Un ayudante de campaña sufrió las consecuencias después que en un receso del debate le hizo llegar un mensaje a la candidata demócrata, en violación del reglamento que ambos contendientes habían acordado.

El republicano Scott se dio cuenta de que el colaborador de Sink le había pasado un mensaje de texto en un teléfono celular a la candidata y lo notificó a un funcionario de la CNN.

El acuerdo suscrito por los dos rivales decía claramente que no habría discursos de apertura ni de cierre, no apuntes, ninguna nota escrita de apoyo mientras ambos estuvieran en el escenario, y que sólo se les daría agua, una libreta de notas y una pluma.

Al término del debate, la campaña de Sink difundió una declaración de la candidata en la que informaba que el ayudante que le pasó el mensaje había sido despedido.

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