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Los colores de la vida y la muerte en un solo festejo

¿A qué suena la muerte? En México, a menudo se mueve al ritmo del vals. Con su compás de 6/8, desde Oaxaca para el mundo, el eco de “Dios nunca muere” se cuela entre las cempasúchiles, el incienso y las fotografías de los altares para festejar el Día de los Muertos.

El famoso vals, compuesto por Macedonio Alcalá, es uno de los elementos que enriquecen esta tradición. En México, así como en Guatemala y otras partes de Mesoamérica, el Día de los Muertos honra la muerte como parte del ciclo natural de la vida. Se celebra el primero y el dos de noviembre, Día de Todos los Santos y Día de Todas las Almas, respectivamente.

Durante las fiestas, las personas hacen ofrendas a las almas de sus seres queridos y las dejan en altares en sus casa, o bien, en las tumbas o mausoleos donde estén sus restos. Para encontrar las raíces del Día de los Muertos hay que retroceder hasta la cultura y creencias de la época Precolombina. Antes de que los españoles llegaran a lo que hoy conocemos como México, los aztecas hacían ofrendas a sus ancestros como parte de sus rituales de la muerte. Luego del arribo de los españoles, la celebración se transformó e incorporó creencias y prácticas del catolicismo, abriendo paso para una nueva tradición colorida y cargada de sincretismo.

A continuación puede observar cómo se celebró esta fiesta en Washington DC, en el marco de las celebraciones por el Mes de la Hispanidad:

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