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Cumbre de Cartagena: por qué no Cuba


El presidente Rafael Correa (izq.) propuso que el gobernante Raúl Castro (der.) asistiera a la Cumbre, lo que violaría principios consagrados por la OEA y también por la ONU.
El presidente Rafael Correa (izq.) propuso que el gobernante Raúl Castro (der.) asistiera a la Cumbre, lo que violaría principios consagrados por la OEA y también por la ONU.

Gobernantes de varios países latinoamericanos han dicho que ésta será la última Cumbre de las Américas sin Cuba.¿Qué ha cambiado?

Los países miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) –entre los que figura Cuba- se han propuesto hacer de la Cumbre de las Américas, que este fin de semana reúne a 33 mandatarios del hemisferio en Cartagena, Colombia, una cita continental de la discordia.

En parte lo consiguieron ya con la cubanización de una agenda que originalmente estaba centrada, entre otros objetivos cruciales en elevar la cooperación regional para alcanzar mayores niveles de desarrollo y superar los desafíos que imponen la pobreza y las desigualdades en el continente.

Pero la demanda de uno de los líderes del ALBA, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, de que el gobierno de La Habana fuese invitado a la reunión, aunque no pudo fructificar por falta de consenso (Estados Unidos y Canadá se opusieron), sigue siendo ruidosamente esgrimida como una condición para que en el futuro pueda llevarse a cabo otra Cumbre de las Américas.

El canciller venezolano, Nicolás Maduro, ha amenazado con que si los gobiernos opuestos a la participación de Cuba no “rectifican a tiempo” estas cumbres “se acaban”. El propósito es compartido por el resto de los miembros del ALBA, entre ellos Bolivia y Nicaragua, y también por otros, como Argentina y hasta Colombia, cuyo presidente, Juan Manuel Santos, apoyó la intención y deseo de que ésta sea la última sin la presencia de La Habana.

Cuba ha estado excluida de estas cumbres desde que se organizó la primera en 1994 para los jefes de estado y de gobierno de la Organización de Estados Americanos (OEA), de la que La Habana fue expulsada hace ya cinco décadas tras la instauración de un régimen comunista. Medio siglo después, el sistema político unipartidista que rige en la isla, encabezado por los hermanos Fidel y Raúl Castro, sigue siendo el mismo.

Estados Unidos y Canadá basan sus argumentos para descalificar a Cuba en una cláusula de la Declaración de Quebec suscrita por la Cumbre de las Américas del 22 de abril de 2001, en virtud de la cual los participantes acordaron que el respeto al estado de derecho y la democracia son una “condición esencial” para asistir a estas reuniones.

Otros países también dan crédito al impedimento y por ejemplo el canciller de Costa Rica, Enrique Castillo, ha dejado claro que su gobierno “quisiera apoyar y acompañar a Cuba en el momento en que soberanamente decida hacer las reformas necesarias para cumplir con los estándares de esa cláusula”.

Camino a la cumbre en Cartagena, el presidente de EE.UU., Barack Obama, subrayó a periodistas del rotativo brasileño O Globo que el gobierno de la isla no ha mostrado ningún interés en “respetar los derechos democráticos o humanos del pueblo cubano”.

Previamente, el principal asesor de la Casa Blanca para América Latina, Dan Restrepo, recordó que en la pasada cumbre de 2009, en Trinidad-Tobago, también afloró el tema de Cuba, y luego en una asamblea general de la OEA los estados miembros acordaron poner fin a la suspensión que pesaba sobre la isla a condición de que asumiera como compromisos básicos el respeto a la democracia y los derechos humanos.

Pero lamentablemente Cuba ha desdeñado la proposición, rechazó acogerse a la Carta Democrática Interamericana, y en lugar de eso incluso pudo verse durante la visita del papa Benedicto XVI a la isla, hace apenas poco más de dos semanas, cómo las autoridades de la isla han seguido hostigando y encarcelando a disidentes y opositores, y reprimiendo las libertades fundamentales, incluida la de expresión.

Con el propósito de torpedear la existencia de la OEA y de privar a EE.UU. de voz y voto en la región, el gobierno de Venezuela y sus aliados del ALBA promovieron en los últimos años la creación de otros organismos regionales, como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y más recientemente la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), con un denominador común: la exclusión de Washington y de Ottawa.

Lo que está en juego con la pretendida asistencia de Cuba a las cumbres de las Américas es la tesis defendida fundamentalmente por Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador –y desde hace medio siglo también por Cuba—de que cada país puede percibir de manera propia la democracia, y también las libertades ciudadanas, consagradas en la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas precisamente para contraponerlas a las dictaduras y regímenes totalitarios que las violan.
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