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"Con dolor en el alma, nos tocó dividirnos": Familias venezolanas


Marco Camacaro, 33, vende café en el puente internacional Rumichaca. Con el dinero que gana, él espera poder traer a su familia a Ipiales, Colombia, donde vive actualmente. [Foto: Alejandra Arredondo
Marco Camacaro, 33, vende café en el puente internacional Rumichaca. Con el dinero que gana, él espera poder traer a su familia a Ipiales, Colombia, donde vive actualmente. [Foto: Alejandra Arredondo

Un día después de su cumpleaños, Marcos Camacaro escuchó una grabación que le habían mandado sus hijas felicitándolo.

De acuerdo con un estudio del MPI, la mayoría de los migrantes venezolanos (salvo en el caso de Colombia) son hombres. Aunque es un fenómeno que no se ha estudiado a profundidad, una de las razones por las que esto podría suceder, dice el estudio, es que los jóvenes migran antes para preparar la llegada de su familia.

Sentado en uno de los andenes del Puente Internacional Rumichaca, en la frontera entre Ecuador y Colombia, donde trabaja vendiendo café, el venezolano admite que el mensaje grabado lo hizo llorar.

“Que te canten tu cumpleaños por teléfono y [estando] tan lejos es muy triste”, dijo el hombre de 33 años.

Él no tiene celular y depende del que le presta su amigo, Antonio, para comunicarse con su familia. Camacaro vive en Ipiales, Colombia, su esposa está en Arauca y sus hijas, de doce y diez años, están Barquisimeto, Venezuela, con los abuelos.

“Con sentimiento y con dolor en el alma nos tocó dividirnos”, dijo el venezolano, quien vende café en el concurrido puente internacional de Rumichacha. La escasez de alimentos en el país fue lo que lo empujó a tomar la difícil decisión de irse, dejando a su familia.

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“No teníamos nada para darle de comer a mis hijas”, contó el hombre de 33 años, quien viajó en bus hasta Cúcuta y de ahí comenzó una travesía a pie o en ‘cola’ –pidiendo un viaje a los coches que pasan por la carretera- hasta donde está ahora.

Según Tamara Taraciuk, de la ONG Humans Right Watch, la separación de familias “es una constante” en la migración venezolana de los últimos meses. La idea es que el o los que salgan del país, bien “junten algo de dinero para enviarlo a casa” o consigan la cantidad suficiente “que les permita llevarse a las familias fuera de Venezuela”, explicó la investigadora.

La dramática situación que muchos como Camacaro viven tiene que ver con un cambio que, de acuerdo con Taraciuk, ha vivido la migración venezolana. Los ciudadanos que tenían suficientes recursos como para comprar un pasaje de avión “en su gran mayoría” ya salieron de Venezuela.

“Hoy lo que uno ve es gente que cruza la frontera para irse del país con lo puesto. Gente que vende la nevera, el computador, el auto para poder pagar el pasaje de bus”, dijo Taraciurk.

Darwin Sánchez, de 50 años y originario también de Barquisimeto, tuvo que pedir dinero prestado para comprar el boleto de autobús hasta Perú.

Darwin Sánchez tiene tres hijos, dos niños y una niña, que deja atrás en Barquisimeto, junto con su esposa, mientras viaja a Perú a conseguir un sustento para ellos. Foto: Alejandra Arredondo
Darwin Sánchez tiene tres hijos, dos niños y una niña, que deja atrás en Barquisimeto, junto con su esposa, mientras viaja a Perú a conseguir un sustento para ellos. Foto: Alejandra Arredondo

Cada día que su viaje se retrasó, en especial en la frontera entre Ecuador y Colombia, afectó tanto a su familia como a la del prestamista, explicó. El objetivo era llegar lo más pronto posible a Perú, para poder conseguir un trabajo, saldar su deuda y enviar dinero a su familia.

“El plan es que mi esposa y mis tres hijos vayan a Perú, cuando yo ya esté asentado allá”, dijo Sánchez.

Perú, precedido por Colombia, es uno de los países latinoamericanos que más venezolanos recibe. De acuerdo con Human Rights Watch, desde 2014, más de 395 mil migrantes han llegado al país. El 59,5% de ellos son hombres, mientras que las mujeres representan un 40,5%, de acuerdo con el Migration Policy Institute (MPI).

Para Alexander Useche, dejar a sus hijos ha sido una de las cosas más duras por las que ha pasado. Antes de subirse en un bus para Cúcuta, su hija de cuatro años le preguntó si iba a volver para su cumpleaños.

“Ella dormía conmigo, yo en la mañana me paraba y la cepillaba (…) imagínese usted, esa niña se despierta y no me ve”, dijo Useche. Al igual que a Camacaro, lo que le llevó a tomar la decisión de irse fue ver que no podía alimentar a sus hijos. “Ya no voy a dejar que se mueran de hambre”, dijo el venezolano de 47 años.

Situaciones como la de Useche demuestran “la desesperación que tiene la gente por salir de Venezuela”, contó Taraciuk. No es solo el salir del país con lo mínimo y dejar a los seres queridos atrás, sino también la manera en la que se viaja.

“Se refleja [la desesperación] en los caminantes, que los ves en Colombia por ejemplo, que Cruzan la frontera en Cúcuta y después emprenden a pie hacia otras ciudades o incluso hacia Perú o Ecuador”, dijo la investigadora especializada en el continente americano.

José Caldera hizo este viaje a pie, junto con otros compañeros, desde Valencia hasta Paita, Perú. Escuche aquí su testimonio:

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