Una mortífera bacteria inmune a la mayoría de los antibióticos se propagó sin control en un hospital estadounidense especializado en la investigación clínica.
El Centro Clínico de los Institutos nacionales de Salud (NIH por sus siglas en inglés) localizado en Bethesda, en las afueras de Washington, D.C. vivió momentos aterradores durante seis meses en los que se aislaron pacientes, se usó cloro para limpiar las instalaciones y se arrancaron tuberías en el afán de controlar la bacteria, que aun así persistió.
La emergencia –digna de una película de ciencia-ficción— se originó cuando un paciente transportado al NIH desde Nueva York resultó ser portador de una superbacteria conocida como KPC — Klebsiella pneumoniae — que resiste tratamiento con una de las últimas líneas de defensa, antibióticos llamados carbapenems.
Cuando finalmente se llegó a controlar, 18 personas tenían el peligroso germen, seis murieron de infecciones sanguíneas del mismo mientras otras cinco sobrevivieron el brote pero murieron a causa de las enfermedades que les habían llevado al famoso centro de los NIH inicialmente.
Los científicos tuvieron que recurrir al estudio del ADN de la bacteria para resolver el problema.
"No es una historia fácil de contar", dijo la doctora Julie Segre, la investigadora para el Instituto Nacional de Estudios del Genoma Humano que encabezó el equipo de "detectives" que encontró la bacteria oculta en desagües de lavamanos, e incluso en un pulmón artificial que había sido limpiado con cloro.
Especialistas en otros hospitales calificaron el detallado recuento, publicado en Science Translational Medicine, de importante para todos.
Ningún hospital es inmune a estas infecciones y de hecho, incidentes similares en centros de salud anualmente cobran unas 99.000 vidas. La mayoría de estos incidentes no se reportan por temor a las demandas.
El Centro Clínico de los Institutos nacionales de Salud (NIH por sus siglas en inglés) localizado en Bethesda, en las afueras de Washington, D.C. vivió momentos aterradores durante seis meses en los que se aislaron pacientes, se usó cloro para limpiar las instalaciones y se arrancaron tuberías en el afán de controlar la bacteria, que aun así persistió.
La emergencia –digna de una película de ciencia-ficción— se originó cuando un paciente transportado al NIH desde Nueva York resultó ser portador de una superbacteria conocida como KPC — Klebsiella pneumoniae — que resiste tratamiento con una de las últimas líneas de defensa, antibióticos llamados carbapenems.
Cuando finalmente se llegó a controlar, 18 personas tenían el peligroso germen, seis murieron de infecciones sanguíneas del mismo mientras otras cinco sobrevivieron el brote pero murieron a causa de las enfermedades que les habían llevado al famoso centro de los NIH inicialmente.
Los científicos tuvieron que recurrir al estudio del ADN de la bacteria para resolver el problema.
"No es una historia fácil de contar", dijo la doctora Julie Segre, la investigadora para el Instituto Nacional de Estudios del Genoma Humano que encabezó el equipo de "detectives" que encontró la bacteria oculta en desagües de lavamanos, e incluso en un pulmón artificial que había sido limpiado con cloro.
Especialistas en otros hospitales calificaron el detallado recuento, publicado en Science Translational Medicine, de importante para todos.
Ningún hospital es inmune a estas infecciones y de hecho, incidentes similares en centros de salud anualmente cobran unas 99.000 vidas. La mayoría de estos incidentes no se reportan por temor a las demandas.
