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¿Cómo mata el ébola?


En la imagen, el virus del ébola al microscopio.
En la imagen, el virus del ébola al microscopio.

Sorprendente, no es el virus mismo lo que causa la muerte, sino la sobrerreacción del sistema inmunológico lo que colapsa los sistemas vitales del infectado.

El ébola tiene una mala reputación por la forma en que daña el cuerpo. Los síntomas de vómitos, diarrea, sudores y sangrado la hacen una enfermedad extremadamente violenta.

"En la etapa final de la enfermedad, existen pequeñas fugas en los vasos sanguíneos", dijo Thomas Geisbert, inmunólogo de la Universidad de Texas en Galveston, al sitio web NPR. “Uno termina esencialmente sin presión arterial. La temperatura corporal baja y la persona entra en shock”.

Pero al observar los detalles de una infección de ébola, lo que sorprende es que el virus no es lo causa la muerte.

Es el propio sistema inmunológico.

"El trabajo normal del sistema inmunológico es la eliminación de las infecciones", dijo el virólogo Christopher Basler, del Hospital Mount Sinai de la ciudad de Nueva York. "Pero cuando se activa a niveles extremos o fuera de control, se convierte en perjudicial para el huésped”.

Una tormenta perfecta

El ataque inmunológico más extremo es el llamado “tormenta de citosinas”. Aunque muchos virus, como la gripe aviar y el SARS, pueden desencadenar esta sobrerreacción, el virus del ébola es probablemente el más astuto.

Y al final de una infección de ébola, es la tormenta de citocinas la que mata, según Basler.

En esencia, una tormenta de citocinas es una señal de auxilio del sistema inmunológico para lanzar la totalidad de su arsenal a la vez.

Este último recurso es un ataque estilo kamikaze contra el virus. Pero ocasiona una enormidad de daños colaterales. Los vasos sanguíneos llevan la peor parte.

"La tormenta de citocinas hace que las paredes de los vasos sanguíneos sean más permeables", dice Basler. Así las arterias, venas y capilares comienzan a perder sangre y plasma.

La tormenta también provoca una gran liberación de óxido nítrico, el cual adelgaza los vasos sanguíneos aún más.

Todos estos factores se combinan para reducir la presión arterial a niveles peligrosos, según Geisbert.

“Así que no mueres de la pérdida de sangre, sino de algo similar a un shock séptico severo”, agrega

Un virus sigiloso

Pero, ¿cómo engañar el ébola el sistema inmunológico para que lance este ataque de citocinas?

Cuando el virus entra en la sangre, el ébola inmediatamente infecta las células del sistema inmune, según el virólogo Gaya Amarasinghe, de la Universidad de Washington en St. Louis.

Uno de los blancos son las células dendríticas. Durante infecciones menos peligrosas, como un resfriado, las células dendríticas engullen el virus y luego instruyen a otras células del sistema inmune a producir anticuerpos diseñados específicamente para este virus en particular.

Así, los anticuerpos se adhieren a a la superficie del virus y evitan que infecte más células, limpiando en última instancia la sangre del virus.

Pero el ébola es mucho más sofisticado que un resfriado. El ébola entra desapercibido a las células dendríticas y, esencialmente, apaga el sistema de alarma.

Con esto, el sistema inmunológico no sabe que debe producir anticuerpos del ébola.

La consecuencia de esto es que deja al organismo sin protección. Entonces, el ébola comienza a copiarse en extremo, según Amarasinghe.

Reacción tardía e inútil

El infierno se desata en la sangre. El virus crece sin control e infecta a muchos órganos. Con el tiempo, las células comienzan a morir y explotar.

Es entonces cuando el sistema inmune se da cuenta del daño y reacciona.

"Dada la extensión del daño, muchas células mueren", dijo Amarasinghe, lo que ocasiona tejido necrótico.

Las células que mueren vierten todo su contenido al torrente sanguíneo, y estas señales finalmente desencadenan la "tormenta de citocinas", agregó el experto.

"El sistema inmunológico está haciendo mucho más daño en este momento", señaló Amarasinghe.

En otras palabras, la respuesta del cuerpo al virus es tardía e inútil, y con frecuencia fatal.

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