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Realidad de la cárcel venezolana


Estas cuatro mujeres llegaron para hablar de la situación carcelaria que se vive en Venezuela.
Estas cuatro mujeres llegaron para hablar de la situación carcelaria que se vive en Venezuela.

Las esposas de los presos políticos venezolanos hablan de la situación carcelaria en Venezuela y el efecto sobre los reclusos.

Detrás de su sonrisa se esconde el claro dolor de estar “presas” como ellas mismas lo dicen.

Estas cuatro mujeres tienes a sus esposos presos en Venezuela, pero llegaron para hablar de la situación carcelaria, de los atropellos y la necesidad de mejorar el sistema en su país.

“Es humillante. Para visitar a tu esposo te toca esperar hasta una hora de trámite que se pierde o te lo restan de la visita. Es una hora de un momento que puedes pasar con tu esposo”, dice Indira de Peña Esclusa, esposa de Alejandro Peña Esclusa.

La situación de Indira es similar a la de cientos de presos en las cárceles de Venezuela donde la visita conyugal y familiar se convierte en un atropello, tanto para quien visita como para quien es visitado.

“Lo peor es cuando nos mandan a desnudar y nos piden que saltemos para saber si llevamos armas o drogas dentro de nuestros genitales. Allí se nos violan nuestros derechos como persona. Lo peor es que nuestros hijos deben ver como se humilla a las madres”, dice Yahaira Castro de Forero, esposa de Lázaro Forero.

En agosto de 1999, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, dijo que buscaría una reforma al sistema penitenciario.

“Ahora bien, en estos segundos cien días de gobierno, dentro del marco del Proyecto Bolívar 2000, también activamos un plan, un proyecto para adecentar las cárceles, las cárceles de Venezuela que en verdad son muchas de ellas un infierno, aquí mismo en la tierra”, sin embargo, la situación continúa siendo la misma y este maltrato ya ha sido identificado por organismos de derechos humanos.

Según PROVEA (Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos), la situación carcelaria en Venezuela sigue siendo la misma o quizás peor.

Las visitas, como dice Jackeline Sandoval, esposa del Comisario Rolando Guevara, todo depende del humor de un guardia.

“No sabemos lo que nos va a esperar ese día. No hay un reglamento de visita. Dependemos de lo que le pudo haber pasado al funcionario y el humor con que llega. No tenemos una expectativa fija. No sabemos si nos van a dejar entrar”, explica Sandoval.

Un artículo publicado en la página web de NT24 revela que el principal problema carcelario es el hacinamiento, lo que va acompañado del mal olor, la falta de agua potable y la ausencia de camas adecuadas.

El informe más reciente de Provea (2005-2006) advierte que para marzo de 2006, el índice de hacinamiento fue de 7,32%, lo que representa un excedente de 1.238 presos sobre la capacidad de atención.

Indira Faría Rodríguez, defensora especial con competencia nacional en el área de régimen penitenciario, señala que un 75% de las cárceles del país deberían ser demolidas por sus condiciones.

“Hay que tumbar y volver a construir prisiones como La Pica, Puente Ayala, Tocuyito y Tocorón, porque es ineficiente remodelar y reparar estos espacios si la infraestructura está tan deteriorada”, dijo la delegada.

Por su parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos solicitó en febrero de 2007 al estado venezolano que “adopte de forma definitiva e inmediata, las medidas provisionales que sean necesarias y efectivas para evitar la pérdida de vidas y los daños a la integridad física, psíquica y moral de todas las personas que se encuentran privadas de libertad” en las cárceles de Venezuela.

Otro de los problemas en las cárceles de Venezuela es el destino residencial del reo. No hay un control en cuanto a la cárcel y la residencia de sus familiares. El caso de Tahianny Pisani Romero revela este tipo de irregularidades.

“Mi esposo no está en Caracas, está a 400 kilómetros de distancia. Verlo es difícil por la distancia. No es fácil porque como familia lo vemos solo cuatro veces al año. Mis hijos lo ven tres veces al año. Están creciendo sin padre”, explica la esposa de General Delfín Gómez Parra.

Las esposas, madres y abuelas de los reclusos, en general, reclaman oportunidades para visitar a sus familiares presos. La situación es tal, que en muchos casos, las horas de visitas tienen conflicto con el trabajo o con las horas escolares de los menores.

“Muchos hijos no ven a sus padres porque las horas de visita son un jueves a las 10 de la mañana, hora en que el menor está en clases. Este no es el caso de una mujer, es el caso de muchas mujeres en Venezuela”, dice Sandoval.

Pero la parte emocional que sufre la familia es igual de desesperante para el preso o recluso. Según Sandoval, los que más sufren son los esposos.

“Ellos sufren pensando lo que nos van a hacer en la entrada. A ellos le secuestraron el hogar y nuestro papel es llevarle ese pedacito de amor. Todo lo hacemos por ellos, para que reciban una comida casera o la ropa limpia. Queremos que sientan la calle. Los más torturados son ellos”, explica esta mujer.

Mucha de la infraestructura de las prisiones se encuentra en estado de abandono, las cocinas carecen de agua potable, no hay baños en funcionamiento y la falta higiene está a la luz del día.

“Hay que pagar por agua potable, por medicinas, por un refresco. Y no es barato. Lo que debes pagar es tan alto que nunca pensarías que estas pagando por un refresco el precio de una carne”, explica Sandoval, quien además advierte que el caso es general en las cárceles venezolanas.

No hay una luz de esperanza de que la situación llegue a mejorar, pero estas cuatro mujeres abogan por el bienestar y los derechos de sus esposos y la de otros reclusos, cuya salud física y moral depende de una reforma carcelaria en Venezuela.

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