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Las barras bravas: la sal del fútbol


Para ser hincha de una barra brava no hay edad ni importa tu sexo, simplemente necesitas tener amor incondicional por tu equipo preferido.
Para ser hincha de una barra brava no hay edad ni importa tu sexo, simplemente necesitas tener amor incondicional por tu equipo preferido.

El fútbol se divide en dos partes: dentro del terreno de juego y fuera de él donde los hinchas ponen su propio ambiente.

El fútbol no es simplemente ver a 22 hombres corriendo en busca de un balón. Detrás de eso están los espectadores, los hinchas y “las barras bravas”.

Los espectadores son aquellos que avivan su emoción por el deporte “rey” cuando su país juega o cuando se anuncia un encuentro del que se esperan un buen espectáculo.

Los hinchas tienen amor por la camiseta, tienen un equipo preferido y no se pierden ni un solo partido de su club. Pero las barras bravas, esa es otra cosa.

No todas son tan “bravas” pero en general todas le ponen la sal que le da sabor a cada partido. Llegan a las graderías de “sol general” (porque las barras bravas “poseen pocos recursos”) y no simplemente se sientan a ver el partido, ellos literalmente, viven cada encuentro.

“El hincha de la barra es el que grita los colores de su equipo, canta, apoya, en las buenas y en las malas. Su deber es eso, no importando el resultado, apoyar a su club”, explicó Iván Flores, presidente de la Barra Azul de El Salvador.

Podemos hablar de que este fenómeno se originó desde hace muchos años, con la aparición de los famosos Hooligans ingleses, que causaban destrozos por doquier si su país Inglaterra, o su equipo, Liverpool, salía derrotado. O de cómo Argentina adoptó el modelo y lo expandió a toda Latinoamérica. Pero en realidad, aunque con excepciones aquí y allá, las barras bravas más que violencia y destrucción: son amor.

Y amor del bueno. Las barras bravas aman a su equipo. No importa si llueve, si hace mucho calor, si es la boda de tu hermano… si es tu propia boda, no hay nada que te haga perderte un solo partido.

Cuando su equipo pierde, lo alientan y animan con gritos desesperados pero convincentes para que los suyos puedan recobrarse. Si van ganando lo festejan con pasión. Entregan su alma, su corazón y, en algunos casos desafortunados, hasta su vida por su equipo.

“Hay gente que no entiende la pasión. ¿Por qué estar en las gradas cantando sin sentarse noventa minutos cantando? Se hace por pasión, por amor a tu país. Mucha gente se mete a la política y desde ahí trabajan por su país. Otros lo hacen con organizaciones benéficas. Nosotros lo hacemos ayudando deportivamente”, argumentó Flores.

Incluso cuando no hay partidos, los hinchas de una barra conversan con su mujer sobre fútbol, trabajan pensando en el siguiente partido y en casa, los sábados y domingos, miran todos los juegos posibles hasta de equipos que ni siquiera conocen.

Cualquiera puede ser espectador o hasta hincha, pero ser miembro de una barra brava, para eso hay que ser bravos.

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