El gobierno se anotó un primer éxito con los sindicatos al frenar en las calles y en la mesa de negociaciones a una huelga de transportistas que ya languidecía el miércoles, antes del acuerdo que puso fin a la protesta.
El paro de 48 horas, con bloqueo de vías, no impidió el martes ni el miércoles que la población acudiera a sus fuentes de empleo y casas de estudio, y más bien generó un fuerte rechazo social hacia los conductores, que se oponían a recientes medidas económicas oficiales.
La población, en diversas consultas de los medios, no sólo manifestó rechazo a las protestas de la Confederación de Choferes de Bolivia, en su mayoría propietarios de sus vehículos de trabajo, sino también un sostenido apoyo al presidente Carlos Mesa frente a los sindicatos.